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Mostrando entradas de noviembre, 2015

El concordia. Parte 1

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Yo solía ser no creyente, Ateo pues. Mi vida siempre ha sido como la marea y nunca conocí algo que me estremeciera la piel. Hasta ese día. La concordia era un lugar que cerraba en las mañanas. Los clientes frecuentes como yo ya eramos parte de una familia muy singular. El sitio no era muy grande que digamos. Tenía una barra muy elegante en madera barnizada y con grabados tallados a mano. El cantinero se llamaba "Jesús" y era de Veracruz. Yo le decía "el jarocho"; bueno, yo y casi todo el mundo. El a mi me decía "catrincito" aunque nunca le pregunte en realidad el porque de ese apodo. Como cualquier cliente de estos lugares, llegué ahí por una necesidad muy específica: olvidar la soledad. La gente piensa que las "casas de citas" son lugares morbosos y pecaminosos y tienen razón pero la verdad es que los verdaderos clientes vamos ahí por muchas cosas pero todos tenemos una en común y es la de no sentirnos solos. Puedes estar casado, con una p

Cupido y yo

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 La relación con mi cupido a lo largo de toda mi vida ha sido, digamos, "extraña". Y digo "mi cupido" porque pienso que todos tenemos uno distinto de los demás; algo así como cada quien tiene su ángel de la guarda. Al principio pensaba que el cupido que me había tocado era medio pendejo pero con el pasar de los años he conocido gente a la que en verdad les tocaron cupidos extremádamente pendejos, así que creo que no puedo quejarme mucho de la pendejez de mi cupido. Creo que debe ser un requisito escencial ser pendejo para ser cupido, así como lo son ser ciego y ser gordo.   Algo que debo de decir en favor de mi cupido es que siempre ha tenido buen gusto, cruel, pero buen gusto al fin y al cabo. Eso de que te enamores de mujeres que son como mínimo "casi imposibles" a "super imposibles" no esta nada padre. Y claro que algo que podría ayudar un poco sería el hecho de que yo fuera algo así como un super galán pero la triste realidad es que no l