jueves, 28 de julio de 2011

Los caminos de la paz

Las tragedias nos marcan y las grandes tragedias nos obligan a realizar grandes cambios. Esta es nuestra realidad en México. Vivimos una tragedia, pero aún no es lo suficientemente grande para obligarnos a un cambio radical, a abandonar nuestras malas prácticas y costumbres, nuestros ancestrales vicios. Nos hemos acostumbrado tanto a vivir con lo mínimo indispensable, a tolerar la corrupción, a convivir con la ilegalidad, a mirar de reojo la violencia, a callar la injusticia, a sobornar autoridades, a no obedecer la ley, a discriminar a quien sea, ya se nos hace familiar ver crímenes en todos lados y a todas horas. Tenemos leyes obsoletas, absurdas y lentas; jueces, abogados, ministerios públicos y policías incapaces, incompetentes y corruptos. Funcionarios de todos niveles que no les importa nada más que aprovecharse del puesto que tienen lo más que puedan.
Los movimientos y grupos que se han formado en contra de la guerra contra el narco, en contra del secuestro y por un México en paz son excelentes y dignos de todo respeto, pero poco lograrán mientras el grueso de la sociedad no padezca una gran tragedia. El caso de Javier Sicilia es muy claro: él jamás hubiera hecho lo que hoy hace sino hubiera vivido la tragedia que le sucedió. Vivía bien, tenía un trabajo como todo el mundo, escribía su poesía y como toda persona ahí la llevaba. Cuando enfrento la realidad de un cobarde asesinato, de la falta de justicia y de lo corrupto del sistema inicio su movimiento que, parece ser ahora más bien plataforma política para mucha gente, aprovechando la situación o a contentillo de Javier Sicilia. Pero pensemos a cuánta gente nos pasan cosas y no tenemos los medios o las formas de denunciar. Somos miles. Con una impunidad del 98% de los casos, ¿a quién le dan ganas de denunciar un delito? ¿Para qué pierdo mi tiempo sabiendo que nunca van a hacer nada para agarrar al que me robo y en caso de que lo agarren saldrá en menos de lo que canta un gallo? ¿De qué sirve que agarre el ejercito al niño que tortura, mata y descabeza personas si le dan 3 años y cuando salga será el peor criminal en la historia de México? ¿De qué sirve quemar cientos de hectáreas de marihuana si por las aduanas pasan barcos, trailers y hasta aviones cargados de mercancía ilegal de todo tipo y tamaños? ¿De qué sirve hacer reformas como la ley de seguridad nacional o la ley contra el secuestro si los jueces que aplicarán estas leyes están comprados o amenazados por los delincuentes?
En nuestro país no necesitamos más reformas, no necesitamos depurar policías o instituciones, no necesitamos cambios de modelos económicos, no necesitamos que la izquierda llegue al poder, no necesitamos ganar un mundial de futbol, no...Tristemente lo que necesitamos es una gran tragedia, algo que nos mueva desde el fondo de nuestros corazones a todos, algo que nos ponga en la encrucijada de cambiar o morir, algo que no nos deje otra opción a hacer las cosas bien de una vez y por todas. Necesitamos una gran tragedia que nos obligue a hacer una nueva constitución actual, nuevas leyes ágiles y que sean sencillas de cumplir, nuevas instituciones que se enfoquen a las personas y al bienestar, nuevas policías que se dediquen a servir y a proteger en los hechos; pero lo que más necesitamos es ser mejores personas, que sepamos exigir nuestros derechos pero que también seamos responsables, que tengamos respeto por las leyes que nosotros mismos establezcamos y que si alguien transgrede esas leyes que se le castigue ejemplarmente. Las cárceles en México son una burla de muy mal gusto. Una cárcel debe ser un lugar de castigo, punto. Sin visitas familiares, sin visita conyugal 2 veces a la semana, sin privilegios, sin bares con mesas de billar, sin trabajo remunerado, sin festivales de día de madres y día del niño y navidad y reyes y día de la mujer y día de no sé qué tantas cosas.
Decía Gandhi que "no hay caminos para la paz, la paz es el camino", pero para ser dignos de esa paz tenemos que transitar por el infierno. 
Y creo y estoy convencido que todavía no nos merecemos esa paz.

lunes, 11 de julio de 2011

El asesino de las rosas parte 1

Ella estaba trabajando como era lo normal. A las 11 de la mañana salió a su hora del almuerzo en la oficina y cuando regreso se encontró con dos hermosas rosas blancas perfectamente bien acomodadas entre sus cosas del escritorio. No había tarjeta y nadie en los cubículos aledaños noto la presencia de nadie que las llevara. Por un instante sintió curiosidad, pero de inmediato se le paso y contemplo las rosas y no pudo evitar sentir un poco de emoción y excitación por tan bonito presente. Espero por algunos minutos la llegada de un mensaje de texto o una llamada del "romántico desconocido" que se había tomado la molestia, pero pasaron los minutos y después las horas hasta que dieron las seis de la tarde y nadie mando mensaje o la llamo. Tomó sus rosas y cuidadosamente las protegió con su mano de una inexistente brisa. Sus compañeros se despedían y ella fue al baño para retocarse el maquillaje y pintarse los labios; tenía la leve esperanza de que al salir a la calle el "romántico desconocido" se armara de valor y se presentara. Ella fantaseo un rato en como seria ese hombre misterioso y que tenía buen gusto por las flores. Las rosas no eran sus preferidas, pero estas estaban en perfecto estado y con un aroma tan delicioso que casi no dejaba de aspirar ese olor mágico. Sin querer y entre fantasías noto que ya todos sus compañeros se habían ido y tomo sus rosas y salió del baño con rumbo al estacionamiento cuando de repente escucho que algo se caía en uno de los cubículos que estaban al otro lado de donde ella se encontraba. Pregunto si había alguien por ahí, pero nadie contesto y decidió ir a echar un vistazo; quizás alguien dejo mal colocado una engrapadora o algo así. Se acerco al final del pasillo revisando los cubículos uno tras otro hasta que por fin dio con un mouse de computadora que estaba tirado como a un metro del último cubículo. Era raro que se haya ido tan lejos sin que nadie lo aventara, pero bueno, fue por él para dejarlo en su lugar. Dejo sus rosas en el escritorio donde faltaba el mouse y su bolsa en la silla giratoria y se acercó hacia el mouse que estaba tirado y de repente solo sintió mucho frio...


Al día siguiente en la oficina de Alicia sus compañeros entraron como era normal a las 8 de la mañana para comenzar su rutina de trabajo y ninguno de ellos la vio en la entrada a pesar de que era una de la que primero llegaban. Al entrar las 14 personas que laboraban con Alicia, el bullicio de las sillas moviéndose, el ruido de las cucharas al preparar café y los murmullos de cómo les había ido la noche anterior, no permitieron que escucharan el primer grito de ayuda de Norma, la compañera de al lado de Alicia; su segundo grito fue mucho más agudo y mucho más terrorífico. En el cubículo, el cuerpo de Alicia estaba perfectamente sentado y su cabeza colocada frente a este en el escritorio con una rosa blanca en cada una de las cavidades oculares. 

Tiempo de ti.

  Estoy viviendo con el tiempo prestado. Ya me lo dijo; así, a quemarropa, sin tocarse el corazón. Se va a ir y no importa lo que yo haga o ...