Itzel



Era el jardín principal, el mismo de siempre pero muy distinto a la vez. Era de noche y no había mucha gente pero la otrora pequeña plaza ahora era mucho mas grande. Las estrellas brillaban con un brillo intenso y se movían entre todos los que ahí estábamos. Pequeñas hadas giraban por el aire y se divertían a alta velocidad. Las tiendas que en el día tenían que existir ahora habían desaparecido y dieron paso a enormes vitrales de hermosos colores, caleidoscópicos y en constante movimiento.  Las jardineras estaban ahora pobladas de tulipanes de cientos de colores y las fuentes eran abrevadero de unicornios majestuosos, con cuernos dorados y ojos azules como zafiros. Todo era una fiesta psicodélica en la que los duendes, hadas, unicornios y personas eran felices y todos cantaban y bailaban con una música exquisita y seductora. Todos libres de falsas poses pero respetuosos de nuestras diferencias y amando lo que teníamos en común: la libertad de ser.
Y ahi estaba yo, visitante extraño de un mundo gris y donde el dolor es la única constante; maravillado y extasiado de tanta armonía, de tanta magia. A ellos parecía no importarles mi presencia, nadie me dio la bienvenida pero me sentía bienvenido. Caminaba entre niños y hadas que reían y se lanzaban burbujas de jabón, los tulipanes cantaban y se movían al ritmo de la música que parecía salia de todas partes pero sin ser agobiante ni molesta, el agua de las fuentes brotaba del suelo al cielo y luego se curvaba y giraba alrededor de la plaza para luego ascender al cielo y explotar en millones de finas gotas que nos refrescaban. Duendes regordetes montaban gatos y algunos que otros solo parecían beber cerveza de los cantaros que ellos mismos llevaban y compartían con todos los que se topaban.
Me fui acercando al kiosco central donde parecia era la fuente de toda la maravilla de la cual era testigo. y ahí estaba ella. También era humana como yo pero ella era la reina de la fiesta. Era la mas alegre y su sonrisa llenaba de luz todo su alrededor. Usaba gafas como yo pero a ella le daban un aire de mujer intelectual pero picara al mismo tiempo. Sus rizos dorados parecían retener la luz de todas las estrellas y bailaba con esa cadencia y gracia de los delfines y las sirenas. Se veía que era muy feliz. Se sentía que era muy feliz.
Tal vez ella también estaba de visita en este extraño pero familiar lugar pero de alguna forma supe que era mi sueño, no el de ella. O quizás coincidimos en el mismo sueño pero ella desde su mundo que seguro no es tan gris como el mío. Y si era mi sueño, ¿porqué era ella la protagonista?
Quizás solo fueron las tres coca colas que me tome unas horas antes que llevaban polvo de estrellas y un trocito de cuerno de unicornio. La verdad es que solo quiero volver a soñarla. Tal vez un día me quede a vivir ahí.

Comentarios

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