Noviembre 16


Extraño todo.
Tu risa, tu compañia, tu olor, tu respirar, tu calor. En noviembre el frío que mas siento es el de tu ausencia. El mundo gira y la gente pasa junto a mi y nadie significa nada, todo lo que pasa no tiene sentido y yo me converti en un tempano de hielo incapaz de sentir nada por nadie. En esta época podría decir que me siento cómodo porque el clima refleja lo que pasa dentro de mí. Una ventisca helada y despiadada que me recorre de dentro hacia afuera y cruza el universo hasta sus límites tratando de llegar a dondequiera que tu estés. A veces te sueño por las noches cuando el frío es mas intenso y para invocarte me desnudo y dentro de las sabanas que lastiman como miles de hojas de afeitar, mi cuerpo intenta recordar como eran aquellas noches de pasión desbordada, de largas sesiones de mezclar nuestros fluidos, de cuando nos consumía el sentimiento del cual ya olvide hasta el nombre. Y no encuentro nada. Solo dolor y una soledad que se deleita a placer con un cuerpo que no responde a los impulsos e instintos naturales.

 Ya no pertenezco aquí.
 Tu te llevaste todo excepto tu recuerdo y yo no puedo con tanto lastre. En cada calle de esta ciudad veo nuestros fantasmas del tiempos pasados y me refugio en mi fortaleza de la soledad para no enfrentarme a todo ese batallón de cosas perdidas y pequeñas que ahora entiendo se llamaba vida. Tu me diste y te llevaste mi vida. Tu eres mi muerte pero te olvidaste de llevarme contigo aunque me quitaste todo. Yo te di todo.

Frío y soledad. Es lo único que me queda. Es lo único que soy. Adoro el frío porque es lo único que me conecta contigo, porque es la forma en que te siento junto a mi.
Porque allá afuera, en donde estas, es lo único que tienes para recordarme.

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