La noche de Reyes


No había otra noche igual de emocionante y esperada. Mis papás nos mandaban a dormir desde las ocho de la noche y ese día ni se nos ocurría portarnos mal o hacer alguna travesura o resongarle a mamá. Obvio que ella se aprovechaba un poco y nos hacía comernos las verduras o lavar los trastes y tomar un vaso enorme de chocolate con leche, que yo odiaba por sobre todas las cosas, pero ese día me aguantaba ese odio y hasta parecía que me gustaba. Los zapatos limpios desde un día antes y la carta ya repasada unas cien veces para que no hubiera sorpresas de último minuto. Mi hermana y yo solíamos comprar galletas de animalitos en la tienda de "doña Jovita" para dejarles a los reyes y alguna vez llegamos a comprar algo de alfalfa para los caballos y cacahuates para el elefante aunque parecía que no les gustaban mucho porque siempre los encontrábamos intactos a la mañana siguiente. Claro que eso no nos importaba mucho en realidad, ya que lo que nosotros esperábamos eran nuestros juguetes.
En aquel tiempo no eran cosas complicadas. Muñecos de acción, carritos de pedales, pelotas, algo de ropa y una vez hasta una mochila. El mejor año fue una bicicleta. Creo que nunca fue exactamente lo que yo pedía pero de la misma forma nunca quede decepcionado. La magia de la ilusión y de encontrar algo de la noche a la mañana era simplemente exitante. Todos los niños salíamos desde muy temprano a la calle para enseñarles a los demás lo que nos habían traído y haya sido lo que haya sido, todos estábamos contentos y jugábamos hasta que nos cansábamos o hasta que nuestras mamás nos llamaban para comer.
Yo tenía un conflicto muy grande ya que según lo que mi mamá me decía era que si me portaba bien y estudiaba, los reyes me iban a traer muchas cosas y por mas que me esmeraba en esas dos cosas pues siempre eran dos o tres cosas que me traían mientras que al hijo de los vecinos que era un burro y un escuincle muy cabroncito y pedante siempre le traían un montón de cosas y bien bonitas. Cuando pasaba la emoción a los tres o cuatro días siempre le preguntaba a mamá porque era eso y siempre me decía que quizás los reyes se habían equivocado y le dejaron mis juguetes al vecino y yo así de "pero que pendejos, ¿como se pueden equivocar si son magos?" Digo, una vez se puede pasar pero todos los años ya era como mucho.
Al final, uno crece y se da cuenta que los reyes magos en verdad son magos y de los buenos. A veces las cosas no están muy bien (en mi caso, las cosas nunca estuvieron bien en casa, económicamente hablando) pero ellos hacen un super esfuerzo por cumplir con la ilusión de un niño y demostrarle que la magia existe. En no pocos casos, esa ha sido la diferencia entre una vida con valor y una vida tirada a la basura. De igual forma muchos niños no recibirán nada esta noche y muchos otros aparte pasarán hambre, frío o vivirán una situación de conflicto en hospitales, en refugios, en guerras. Y poco o nada podemos hacer al respecto. Aún queriendo, nadie tiene el poder de que las cosas sean como tendrían que ser. Pero lo que si podemos hacer es mantener esa ilusión en nuestros propios niños y si, al igual que yo, no tenemos esa suerte, alimentar nuestra propia ilusión con la magia de la fe, con el poder de la imaginación.
Esta noche los reyes llegarán como siempre a mi casa porque tengo una ilusión en el corazón y aunque parezca muy lejana e infinitamente improbable, me mantiene vivo y me hace ser mejor cada día. Me anima a despertar por las mañanas con la esperanza de encontrar su sonrisa en esas calles frías y quizás si me he portado bien, esa sonrisa sea algún día solo para mi.

Comentarios

  1. Hola! Lo que es la casualidad. Hace unos momentos estaba platicando con tu amigo Héctor y le contaba eso: que tenía un primo que era todo un demonio, contestón y cabrón, y le traían los juguetes más cotizados (el Halcón Milenario , etc). Años después te das cuenta lo que se esforzaban tus jefes para traerte juguetes y así , ni que hablar. Pero, de que te hacías esas preguntas existenciales, que ni qué.

    Saludos

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