El último Julio



El último Julio fue maravilloso. En medio de la lluvia y el calor del verano la vida se podía respirar. El mundo parecía mas bello y verla sonreir me elevaba el alma. Su mirada felina de ojos pequeños y amielados me quitaban el aliento cuando los veía acercándose hacia mi. Sabia que eso era el preámbulo a un sinfín de besos y caricias que se extenderían mas allá de nuestros cuerpos físicos. Oleadas de orgasmos y la tranquilidad que esto conlleva al finalizar una lucha por la conquista del amor; un amor que no era puro ni sincero pero al fin y al cabo ¿quién en este mundo lo es? ¿Quién puede esgrimir el amor perfecto? Nadie. Uno tiene que aprender a vivir con lo que hay y para ella y para mi, eso era lo que había. Y así estábamos bien.

Nos hacíamos el amor a toda hora. A ella le gustaba ser exhibicionista. Le exitaba que alguien mas nos viera. La adrenalina que le esto le provocaba le hacia que fuera mas lujuriosa y su cara de niña inocente simplemente me volvía loco. Me mordía los labios hasta que sangraban y yo en cambio mordia sus pezones con miedo a lastimarla pero ella me pedía que no parara. Sus uñas se clavaban en mi espalda cuando estaba dentro de ella y le gustaba que la nalgueara fuerte. Su voz aguda y baja emitía notas que ni los mismos ángeles podrían lograr. Sus gemidos pintaban una escenografía digna de la mejor puesta en Broadway y su  sonrisa al final era la cadena que me colgaba para no dejarla ir. Me tenía amarrado a ella. Estaba amarrado a ella. Y eso por Dios que me gustaba.

Una vez me dijo, cuando terminábamos de hacernos el amor, que quería un hámster. la mire con ojos de "¿Te volviste loca?" y se rio y yo me reí. Reímos en la cama y al día siguiente éramos tres en nuestra pequeña guarida. Amaba a los animales y a veces eso justifica el porque ella me amaba. En su extraña manera. Al principio yo solo quería su cuerpo. Al poco tiempo descubrí que ella me había elegido a mi. En su torcida y sexosa mente ella me tenia muy claro, solo que no me había descubierto. Hasta ese Julio. Hasta en esta vida.

Siempre me prometió que me haría de comer. Quería complacerme de otras maneras porque sabia que el sexo pronto se volvería rutina y no tenía en sus planes que yo me fuera. Su abuela le dijo alguna vez que para conservar a un hombre tenia que tenerlo bien cogido y bien comido. Pinche vieja sabia. Pero eso nunca ocurrió. Ella era casada. Vivía separada de su marido psicótico y enfermo. Cuando la conocí ella se había ido a vivir con su hermano y su cuñada y quería huir de su descarriado pasado. Me le atravesé en su camino como se atraviesa una estrella fugaz al mirar el cielo. Me reconoció enseguida y se aferro a mi. A mi que soy una estrella perdida. Un completo fracasado en el amor y que nunca lloro por nadie. El destino no pudo haber sido mas irónico y mas cruel.

Tampoco he llorado por ella. Su final estaba escrito y tenia que ser trágico así como lo había sido su vida. No se puede escapar de tus decisiones. Nadie sale impune de esta vida. Nos dimos tanto placer que la tristeza aun no me alcanza, pero ya la siento cerca. Por las noches que siento frio extraño su sexo cálido y perfectamente depilado. Ahí donde mi lengua se perdía y la hacia explotar en gritos de placer. Extraño su risa triste, delicada y poco frecuente. Aquella risa que me decía entre líneas que la cuidara, que la quisiera así como era ella porque no iba a durar mucho y no quería extinguirse.

Al final yo también la llegue a amar. En mi sucia y rebuscada forma. No tengo ninguna foto de ella y creo que es mejor así. Hay personas y hay momentos que no pueden salirse nunca de ti. Ella ya no esta pero vive aquí, en un rincón luminoso de mi obscuro corazón. Me dio vida cuando me encontró perdido en aquella ciudad extraña. Yo solo pude darle un hámster.

Creo que quedamos a mano.

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