El día de vuelta
Y por fin llego el día. El azul del cielo, las blancas nubes y la suave brisa predecían lo perfecto de nuestro encuentro. Después de tanto esperar.
Te compré un ramo de las rosas más rojas y olorosas de la florería. Me puse zapatos por primera vez desde el día de mi graduación de la ingeniería y los limpié y lustré hasta que brillarán más que una estrella; no me siento muy cómodo, pero a ti te gusta verme así. Era el día de vuelta, el día que volvería a verte.
Pero nunca llegaste. Miré el calendario. Culpé al reloj. Maldecí al destino. De todas formas, jamás te volví a ver. Algunas lágrimas brotaron de mis ojos y entendí que estaba bien. El frio no me era ajeno. Todo estaba en su lugar.
Hay historias que tienen que contarse en el silencio, caminos que deben andarse en solitario, vidas que vivirse sin compañía. Esa es mi historia, mi camino, mi vida. A veces los anhelos tienen que volverse sueños imposibles y dejar de soñar es la mejor medicina. El amor no es para todos. La felicidad de un beso se nos niega a los extraños y a los locos. El calor de un hogar no es una posibilidad en vidas tan descompuestas, tan libres.
Me fui de ahí. Las flores las regale a una hermosa abuelita que esperaba a sus nietos y al llegar al carro me cambie los zapatos por mis tenis viejos y sucios. Me sequé las lágrimas y me despeiné un poco. Alcé la vista hacia la carretera y tomé rumbo hacia el sol. Al final solo eras un espejismo que, con el tiempo, como las flores, se iba a marchitar.
Un día llegaría en el que al despertar ya no te vería tan guapa.
Habría una noche en la que mis manos ya no desearían tu cuerpo.
Y solo quedaría el egoísta de mí.
Y solo quedaría el egoísta de mí.
Y me odiarías.
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