Lunes
Todos odiamos los lunes, menos ella.
La juventud hace tiempo se quedo atrás. Con cincuenta recién cumplidos y tres hijos ya bastante grandes se podría pensar que su vida se quedo en casa. Pero la vida es un camino que se recorre a diario, nuevo cada amanecer, llena de rutina pero con algunos chispazos que, si son los adecuados, pueden arder mas que el mismísimo infierno.
El marido hace tiempo que se fue de su corazón. Solo queda mantener esa imagen de familia bien, aunque ya nadie se la crea. A Ella no le importa. Aprendió a crear su propio mundo cuando la rutina y el cansancio de aquella vida que le habían prometido sería para siempre se desmorono con el devenir de los años. Las ilusiones son como las flores, hay que regarlas, cuidarlas, cobijarlas para que florezcan plenas. Sus ilusiones parecían ya perdidas pero la vida en ciertos momentos recuerda que debe de compensar daño con placer. Frió con cobijo. Desilusión con amor.
Ella abre como cualquier día su estética después de las once de la mañana y espera que los clientes lleguen. Las mujeres solicitan cortes de cabello, bases, tintes, luces y mil cosas especiales. Los hombres solo quieren tener el pelo corto. Los lunes son sosos y aburridos, nadie va por la mañana y ese día ella no quería abrir el negocio. Y solo se apareció él. Como cualquier cliente normal, le corto el pelo y pago y se fue. Pasaron los días y a principios del mes siguiente él volvió a ir. La misma rutina. Cortar, pagar, irse. Y el tiempo fue haciendo su intrincada magia y después de seis o siete veces comenzaron a platicar entre ellos. Para el año ya se saludaban con un beso en la mejilla y la platica se adentraba en terrenos mas íntimos. A él le gustaba ir los lunes porque decía que era el día mas aburrido de la semana y solo con ella borraba esa idea. Ella poco a poco fue descubriendo que abría los lunes solo para verlo a él.
Este lunes él llego algo diferente. Algo cambiado. Ella lo conocía muy bien después de tanto tiempo de cortarle el cabello y descubrir sus reacciones. Era sensible y no ajeno al dolor. Las cicatrices de viejos amores estaban a flor de piel, invisibles para él y para los demás pero no para ella, ya que reconocía en esas cicatrices ajenas las suyas propias. Y quiso probar un punto.
No buscaba promesas de amor eterno, ni sofisticados regalos; es más, ni siquiera le interesaba si en realidad era soltero como él decía o no. Ella lo quería para llenar los vacíos, para recuperar la sonrisa, para volver a creer. Se hicieron el amor ahí mismo. En el baño de la estética. Dos cuerpos tan necesitados de caricias y de besos. De la piel de otro cuerpo. Del sabor salado de otro sudor. Ahora la rutina fue distinta. cortar, coger, venirse, pagar por el corte e irse. Un lunes de cada mes, ella sale de su casa con una ilusión brillando en sus ojos y un lunes de cada mes, ella regresa a casa con la sonrisa de una ilusión cumplida.
Ella adora los Lunes.
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