El concordia. Parte 1



Yo solía ser no creyente, Ateo pues. Mi vida siempre ha sido como la marea y nunca conocí algo que me estremeciera la piel. Hasta ese día.

La concordia era un lugar que cerraba en las mañanas. Los clientes frecuentes como yo ya eramos parte de una familia muy singular. El sitio no era muy grande que digamos. Tenía una barra muy elegante en madera barnizada y con grabados tallados a mano. El cantinero se llamaba "Jesús" y era de Veracruz. Yo le decía "el jarocho"; bueno, yo y casi todo el mundo. El a mi me decía "catrincito" aunque nunca le pregunte en realidad el porque de ese apodo. Como cualquier cliente de estos lugares, llegué ahí por una necesidad muy específica: olvidar la soledad. La gente piensa que las "casas de citas" son lugares morbosos y pecaminosos y tienen razón pero la verdad es que los verdaderos clientes vamos ahí por muchas cosas pero todos tenemos una en común y es la de no sentirnos solos. Puedes estar casado, con una pareja o con muchas parejas pero si no hay un vínculo verdadero siempre te sentirás solo y en algún punto de nuestras vidas siempre nos sentimos así. Y el concordia era nuestra forma de distraer a la soledad.
Una noche pasadas las diez llegué y me senté en la lujosa barra esperando a que mi amigo "el jarocho"  me diera la bienvenida.
- Ese mi catrincito! Qué milagro cabrón! Pensé que ya te habías casado.
- No mi jarocho, toco madera! ya sabes esto del pinche trabajo que tengo. Nunca estas en casa pero cuando se puede ya sabes que venimos a pasar lista.
- Eso es mi catrin! ¿Te sirvo lo de siempre o ya te hiciste hombre?
- Lo de siempre, ya sabes...Tengo complejo de Peter Pan-  Obvio el no sabía que era eso pero disimulo que sabía.
- Ok! trabaja una malteada de plátano en las rocas sin hielo- Se rió tan fuerte que varios tipos en la barra voltearon a verlo primero a él y luego a mi con una sonrisa de sorna.
Por supuesto que no me preparo una malteada de plátano pero si una deliciosa y congelada coca cola; eso si, sin hielos. La dejo frente a mi y salio hacia el otro lado de la barra a atender a alguien mas. Me di la vuelta con la coca en mano para ver la actividad que se producía en ese momento. La zona de "estar" era amplia y había como diez o doce mesas pequeñas y cada mesa tenía un par de sillones rojos muy cómodos y elegantes. La mesita era de madera de igual forma muy elegante y tenía un florero con dos claveles, uno rojo y uno blanco, un cenicero y un par de servilletas. Las mesitas formaban un "caminito" para una pasarela a nivel de piso pero que estaba perfectamente iluminada con luces en el suelo y que en ese momento estaba sin actividad. había clientes en cuatro o cinco mesitas con alguna chica y otras dos o tres con solo el cliente. Debo decir que las chicas que trabajaban ahí eran todas hermosas y había por supuesto, para todos los gustos. Algunas eran altas, otras bajitas, algunas rubias, otras morenas, algunas exuberantes, otras no tanto; pero hermosas todas. Cualquiera para salir un domingo y sentirse el rey de la montaña. Identifiqué a dos de ellas que estaban con los clientes y que yo conocía de visitas pasadas. Eran buenas en lo que hacían y no había poder humano que te protegiera de caer en sus encantos. Su trabajo era venderte ilusiones, lujuria, pecado, sexo; no más. Había tipos que perdían fortunas para conquistar a una mujer del "concordia". Otros perdían sus matrimonios o sus familias o todo junto. Las únicas que ganaban eran ellas. Después de dejarlos en la calle y que no tenían mas que ofrecer, simplemente lo cambiaban por otro y listo. Problema resuelto. Nunca supe de alguna de ellas que se hubiera "enamorado" de un cliente; al menos no de verdad.
- ¿como vas mi catrín?- me pregunto el jarocho sacandome de mi letargo.
No le había dado ni un trago a mi coca, me voltee a la barra.
- Todo bien...oye, ¿es mi imaginación o esto esta muy tranquilo? ¿A pasado algo en mi ausencia?
- Ahhh! hijole mi catrín! Es que es cierto! no has venido ultimamente! Te espera una gran sorpresa en un rato mas. Su show comienza a las once en punto y no te voy a decir mas para dejarte picado.
- ¿El show de quien, o como?- Pregunté.
- Tú espera y verás. Vas a empañar esos lentes! Te lo jura Jesús de Veracruz!!

Volvió a irse al otro lado de la barra y las mesas que estaban solas comenzaron a ocuparse y entonces me di cuenta de algo que no había visto. En la parte de hasta mero atrás habían puesto algo así como un "palco". Era un área que sobresalía como medio metro por encima del suelo y era mas grande que las mesitas normales. En lugar de las cómodas sillas había un sillón en forma de semicirculo que a la distancia parecía de piel muy fina. el acceso estaba cerrado por un cordón de terciopelo rojo y frente al sillón una mesa que parecía de cristal muy fino con solamente un cenicero puesto; o al menos eso era lo que yo alcanzaba a ver. La persona que esperaban debía ser un político o un actor famoso ya que ese privilegio no debió haber sido nada barato.
Bebí mi vaso de coca cola y en unos cuantos minutos las mesas estaban llenas y el palco de honor aún seguía solo. Faltaban diez minutos para las once cuando sentí un olor a no se qué pero era muy agradable. Perfume fino. Se llamaba Leticia. No muy alta ni muy exuberante pero bella como pocas. De tez clara, ojos grandes y de un castaño claro, pelo negro, corto, de talle perfecto y con un vestido azul marino entallado que no dejaba nada a la imaginación.
- Hola catrín. Pensé que ya no volverías por acá, ¿donde andabas corazón?
Para ellas todos los clientes eran "mi amor", "corazón", "cariño" o algo parecido, aunque Leticia y yo no nos eramos extraños y de vez en vez solíamos platicar y lograba hacer que la invitará un par de copas.
- Hola Lety! Como siempre te ves espectacular. Oye ¿van a tener show o que pasa aquí?
- Si me invitas una copa te acompaño para verlo juntos, ¿que dices?
- Hecho! Jarocho!! Lo que la dama acostumbre, por favor!
En ese instante aparecieron dos tipos de seguridad del concordia y verificaron que el palco estuviera en perfecto estado y se retiraron de la misma forma en como habían aparecido. Un minuto después entro un tipo muy alto, imagino de un metro noventa, vestido como James Bond; o sea, traje blanco, camisa negra, corbatín blanco, zapatos de charol que brillaban mas que una estrella y un pañuelo rojo en el traje. Usaba lentes obscuros y de inmediato pensé "este tipo es narco o narco". Pero el buen gusto en su forma de vestir y el hecho de que iba completamente solo me hicieron dudar de mi primera impresión. No era fornido pero tampoco delgado, mas bien parecía como si lo hubieran mandado hacer. Su pelo negro y lacio estaba peinado para atrás y debió haberse acabado el botecito del gel ya que brillaba solo un poco menos que sus zapatos. Todos los que estábamos ahí guardamos silencio y hasta que el tomo asiento en el confortable sillón, así como que pudimos tener permiso para volver a respirar.
- ¿Y ese tipo quién es?- Le pregunté a Leticia.
- Es un cliente nuevo. Solo viene el día en que "Ella" hace su show.
Normalmente las mujeres suelen ser muy crueles entre ellas mismas y más aún en estos lugares pero por la forma en que Leticia dijo esas palabras pude notar un sentimiento de admiración pero a la vez de odio y de desconsuelo.
Volví mi mirada al palco y un par de meseros le acercaron una botella de vino y una caja de puros. El tipo tomo un puro, lo cortaron y lo encendieron y los meseros volvieron a desaparecer. En ese instante las luces ya de por si de baja intensidad se atenuaron un poco mas y una música extraña, algo así como de medio oriente, comenzó a sonar. Era la hora del show.
Las luces de la pasarela se iluminaron un poco y por el extremo de la derecha apareció algo que era un verdadero ángel encarnado en mujer. He tenido la suerte de conocer y hasta de estar con mujeres muy bellas pero la chica que apareció ahí, esa noche, en el concordia, era punto y aparte. La mujer mas hermosa que podré conocer en mil vidas estaba frente a mi. A unos cuantos pasos. Los ojos de todos los presentes, hombres y mujeres por igual, no podían dejar de observarla. Era rubia, de pelo largo y enmarañado hasta un poco arriba de la cintura. Su piel blanca era...era perfecta. No era totalmente blanca como las mujeres nórdicas pero tampoco era blanca pálida. Era una piel blanca pero no tan blanca que era, bueno, perfecta. No se si me entiendan. Media alrededor de un metro ochenta y su cuerpo era simplemente perfecto. Sus piernas eran largas, inmensamente largas y esculturalmente cinceladas. Miguel Ángel no habría hecho trabajo tan perfecto en esas piernas. Su talle, sus senos, sus caderas; todo en perfecta proporción áurea. Ojos verdes y labios carnosos, nariz natural hecha a la perfección y mejillas infladitas que solo hacían que murieras por ver ese rostro cada maldita mañana del resto de tu vida. Sus movimientos al compás de la música eran hipnotizantes y su vestido color plata tan pegado a su perfecto cuerpo parecía pintado a mano.
Volví a respirar cuando note que todos estaban en estado de shock. Mire al hombre del palco y parecía igual o peor que todos los demás. Sus lentes obscuros no dejaban ver la expresión de su mirada pero hubiera apostado mi brazo izquierdo a que estaba haciendo viscos. Me gire un poco para ver la expresión de Leticia y estaba sin moverse, sus pupilas dilatadas eran indicio de la profunda envidia y admiración que sentía por la mujer de la pasarela. Volteé para mirar si el jarocho con todo su camino recorrido y valemadrismo ante la vida, era inmune a esa mujer pero no; ahí estaba él sin poder siquiera moverse, con un vaso el la mano derecha y sirviendo una cerveza que ya estaba desbordando el vaso. Su mirada perdida era de lujuria en un cuarenta por ciento y de total amor en sesenta por ciento.
 Como lo mencione al principio, yo solía ser no creyente, ateo pues.Pero esa noche comprobe que Dios si existía. Y que nos odiaba profundamente.

Continuará...

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