El perdedor

A veces parece que las cosas de plano no se nos dan. El viernes pasado lleve mi carro a lavar y llovió. Me gaste un dinero que era para pagar un crédito y el fin de semana no paraban de llamarme los del banco. Mi cama parece horno crematorio y no he podido dormir bien en estos días. Y bueno, algunas otras cosas no me han salido bien últimamente. El caso es que si me ha ido medio muy mal y pues hay momentos en que quisieras tirar la toalla y que suene la campana y arrastrarte a tu esquina y que se acabe el mundo. Como en vil pelea de box, después de que te tundieron gacho lo único que deseas es que todo se acabe. Pero lo que diferencia a un buen fajador es que puede perder un round, pero nunca puedes perder la pelea. Cuando llegas a tu esquina, tu manager y el doctor te intentan recuperar, te dan ánimos, te dicen en que la estás regando y que es lo hay que hacer para herir a tu rival. Pero esta vez no hay nadie en mi esquina. Estoy solo.
Ok, con el ojo que me queda medio abierto, primero vamos por el agua. Tomo un sorbo abundante para darme fuerza y me vacío otro chorro en la cabeza para refrescar las ideas y reanimar el cuerpo. Luego hay que cerrar las heridas. La vaselina además de detener el sangrado no permite que se infecte la herida así que es indispensable. Esa es la parte física pero cuando llegas a tu esquina lo más importante es recuperar la fe. En un combate siempre alguien ganará y otro perderá. Pero hay formas de ganar y formas de perder. Y sabes que no las vas a ganar todas. El caso es que en ese momento tienes que decidir si tiras la toalla o recuperas aquello por lo estas peleando y sales por otro round. Te pueden seguir dando una madriza, pero también está la opción que te recuperes y venga la buena. Si tiras la toalla nunca lo sabrás. Bueno, decido que si voy a perder será peleando y me fajo los guantes, la sangre vuelve a hervir y aprieto el protector dental. Claro que espero más castigo, pero de eso se trata, ¿no? Para eso te preparas, para recibir golpes. Para aguantar. En el box, así como en la vida debe haber un equilibrio entre el ataque y la defensa y tienes que saber cuándo aguantar y cuando atacar. Me levanto de mi esquina y salgo al centro del cuadrilátero y veo con mi ojo medio abierto la cara de mi contrincante que está sorprendido, no creía que fuera a levantarme y parece que eso le da un poco de exceso de confianza. Cree que no duraré mucho. Se deja venir con una andanada de golpes y es lo que esperaba. Lo que yo quería. Cierro la guardia y entre la ráfaga de golpes busco un hueco, un espacio abierto. Siento cada golpe como va mermando mi resistencia y el dolor es casi insoportable, pero sigo buscando y encuentro un espacio. Para detener los golpes abrazo a mi contrincante y en ese momento le susurro al oído "no me vas a derribar". Nos separa el referee y de inmediato tiro un gancho y luego otro. Con este golpe su guardia baja y es tiempo de un Jab que conecta hermoso con su quijada. El sonido que esto produce es casi música en mis oídos. Gotas de sangre caen en mi cara y no es mía. Mis piernas recobran fuerza, pero de pronto siento golpes entrando por todos lados. Vuelvo a cerrar mi guardia, pero creo que un poco demasiado tarde. Su uppercut me da de pleno y literalmente veo estrellitas...La caída a la lona es casi infinita. Retomo la conciencia en el número 6 y para el ocho me levanto casi por instinto. El referee me pregunta que si estoy bien y es obvio que no, pero le digo que sí. Me dice que tire la toalla, que soy el perdedor, que ya se terminó. Lo miro a los ojos y le digo "no señor, esto apenas va empezando"
Solo puedo decirles que del crédito que me gaste el dinero y no pague, el banco me hizo una reducción en el capital y me bajaron durante 6 meses diez puntos porcentuales de los intereses. Este round fue mío. 

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